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EL ARTE DE VER EL VASO MEDIO LLENO

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ARTURO CASTILLO

De las incontables fórmulas y estrategias que los expertos en motivación aseguran llevan al éxito, el cultivo de una mente positiva es el requisito más frecuentemente mencionado. Sin esa piedra angular, anticipan, nada puede edificarse, lo poco que se logre construir, colapsará.

Pese a lo obvio de esta afirmación, pocos son los buscadores del éxito dispuestos a aplicarse en tan exigente ejercicio, que va mucho más allá del superficial estereotipo de aprender a ‘ver el vaso medio lleno’, basado en un optimismo silvestre. Tampoco es cuestión de repetir incesantemente el ‘mantram’ ‘tengo mente positiva’, y esperar que la visión de sí mismo y del mundo sufra un cambio radical, sin que medie un compromiso personal.

Algunas recetas consisten en autosugestionarse, con el riesgo de perder el sentido de la realidad. Concretamente, si el ejercicio de autosugestión no halla correspondencia con nuestras circunstancias, si no partimos de ellas para provocar el cambio de actitud deseado, el resultado será un extravío alucinatorio.

Es en la vida misma, y no en un laboratorio, en la acción, no en la pasividad, en la autocrítica, no en la condena a los demás, cómo se consigue la transmutación de los pensamientos.

El arte de ver el vaso medio lleno se apoya en procesos mentales concretos, susceptibles de desarrollarse y utilizarse a voluntad. Ello requiere, naturalmente, de un trabajo disciplinado sobre sí mismo, de un cambio de actitud.

Muchas veces las circunstancias aparecen ante nuestros ojos como barreras infranqueables; afortunadamente, nuestro cerebro hará uso de su poder para descifrar los problemas, para encontrar la solución más idónea.

¿Por qué algunas personas solo ven el muro? ¿Y por qué otras imaginan una puerta de acceso a la libertad? La respuesta radica en el cambio de perspectiva, en el examen atento y crítico de los hechos, en la frescura para aceptar la novedad, para abrirse a la fantasía, para zafarse de los paradigmas y conclusiones cómodas.

No se trata de simple retórica, en efecto podemos entrenar a nuestra mente para que aprenda a ver el vaso medio lleno, para que convierta los obstáculos en oportunidades de éxito.
El punto de partida consiste en aprender a reconocer que todo lo que nos rodea está siempre en proceso, cambiando de un estado a otro, que nada hay acabado, consolidado para la perpetuidad.

Cuando vemos las cosas, las circunstancias, con la lente del prejuicio, cuando nos formamos conceptos rígidos, definitivos, lapidarios, de las personas, significa que estamos desconectados de la realidad, que hemos matado en nosotros la habilidad para apreciar todo lo existente como semillas que dan paso a nuevas expresiones, con todo el potencial para ser, para expresarse a plenitud.