Archivo del sitio

BIENESTAR LABORAL, COMPROMISO COMPARTIDO

image

ARTURO CASTILLO

El mundo laboral retrata con fidelidad, incluso con patetismo, las relaciones entre los seres humanos. La forma de trabajar es el reflejo de actitudes individuales y colectivas, la concreción de paradigmas sociales que, en estos tiempos, por ejemplo, colocan al afán de ganancia, la urgencia productiva, por sobre el bienestar de los individuos.

De otra parte, una observación crítica del trabajo permite reconocer la marcada jerarquización de las relaciones, las categorizaciones, que se traducen en auténticos abismos salariales, en condiciones laborales que construyen universos absolutamente disímiles.

Concretamente, la coyuntura de las normativas para que las empresas se apliquen en el tema de la seguridad industrial ha puesto nuevamente sobre el tapete la cuestión del bienestar de los trabajadores. Obviamente, los empleadores son parcialmente responsables del ‘buen vivir’ de sus empleados, mediante la generación de ambientes laborales sanos, con el cumplimiento de las normativas de seguridad.

Otro capítulo es cuando el sujeto deja la empresa, cuando se despoja del yo laboral y se asume como persona individual, con su propia identidad, con sus propias convicciones, con su forma de entender la vida, de relacionarse con el mundo.

Desde esta perspectiva, hay un ámbito vedado para la empresa, por más que se afane para que el trabajador esté bien. Puede que la organización ofrezca un ambiente seguro, grato, comunicativo, pero si el trabajador mantiene comportamientos de riesgo, no observe las normas de seguridad, su actitud es gratuitamente hostil, se incomunica, realiza sus tareas con desidia; se enfrenta todo el tiempo con sus compañeros y jefes, el esfuerzo será estéril.

En esos casos, ¿cuánta competencia tiene la empresa para reeducar a una persona adulta, cuánto puede hacer para que esta se decida a vivir y laborar de forma positiva, productiva?

El ambiente de trabajo, en sentido, es una construcción colectiva, la suma de voluntades. La empresa es responsable del bienestar de la comunidad laboral, ciertamente, pero corresponde también a cada sujeto, con su historia, con su habilidad para convivir dentro de los parámetros de respeto y cooperación, contribuir a que el trabajo sea un ámbito de encuentro humano gratificante, una forma de recreación.

Las exigencias legales hacen pensar a los trabajadores que la empresa es directamente responsable de su bienestar, a la manera de un padre protector; mientras que, en cambio, hay organizaciones que piensan en sus obligaciones como algo funcional, que conciben a sus empleados como máquinas productivas.

TRABAJO, ¿HAY ESPACIO PARA EL BUEN HUMOR?

image

ARTURO CASTILLO

Nada hay más mortalmente serio que el trabajo. El estrés, la negación de tiempo para sí mismo y para la familia, la fatiga crónica, la asunción del mal genio e inconformidad de los jefes, el envejecimiento prematuro, la jubilación por obsolescencia, son cosas realmente serias, tributos al trabajo.

Y como si todo ello fuera poco, hay quienes se empeñan en añadirle al trabajo algo más de dramatismo y sufrimiento. No faltan, por ejemplo, aquellos que sobreactúan su rol de jefes, para tortura de los demás.

Juegan al ogro, a la bruja mala; parecen satisfechos de generar antipatía y temor entre sus subalternos. Disfrutan del silencio repentino cuando aparecen en escena; gustan de provocar incertidumbre, les encanta que las personas se sientan tontas, que duden de su inteligencia.

Muchos jefes no sonríen, pues no quieren que el ambiente se ‘relaje’. Su forma de control consiste en la adustez. Ellos saben que nada comprometa más el ‘orden’ que la gente que está contenta, que se entrega al buen humor. En esos contextos, el sentido del humor puede ser considerado subversivo.

Lee el resto de esta entrada